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Salar de Uyuni

  • Javier Antonio Salas
  • 8 jul 2017
  • 2 Min. de lectura

Acostados en el Salar de Uyuni, toda una experiencia.

Desde el pueblo de Uyuni es la mejor forma para ingresar al Salar de Uyuni, Bolivia.

El Salar de Uyuni, Bolivia, es el salar más grande del mundo. Desierto interminable, perece que nos metimos en un mar de sal gigantesco.

Existe un promontorio, que le dicen "La Isla del Pescado", su forma es parecida a la de un pez acostado en el salar. Allí llegan visitantes de todas partes del mundo.

Siempre Javi lleva sus quenas para tocarla en momentos de descanso. Aquí la Flauta Cheroque suena increíble. Su dulce sonido se escucha a kilómetros de distancia y se funde a la brisa con tanta naturalidad que parece que el mismo viento canta.

El agua a comenzado a ganar espacio y para esta época avanza hasta dejar todo el salar debajo de 1 o 2 centímetros de agua.

Nos llamó la atención el suelo del Salar que se subdivide en hexágonos y torna al paisaje de una rareza inesperada.

Caminando por La Isla del Pescado. Nos encontramos con hermosos y gigantescos cardones centenarios que crecen entre las rocas y algunos como este, tienen sus raíces expuestas al sol.

Para pasar la noche, la gente del lugar nos cedió una de sus dos casas. Y cuando nos la mostraron nos encontramos con un verdadero palacio dentro de la montaña.

Desde ya hace tiempo en el paisaje vemos estos hermosos cardones que no nos cansamos de admirar.

El hotel de Sal del salar de Uyuni, al atardecer.

Este es el lugar de las banderas. Siempre hablamos de este sitio, donde cada hermano/viajero deja su estandarte. Sin duda una parte de nuestro corazón quedó flameando, al ver semejante momento a la vida.

En el Salar de Uyuni se puede volar, miren sino!!!!

Apenas nos despertamos en el Salar de Uyuni, Bolivia, notamos que un pajarito nos miraba y se notaba que no nos tenía miedo. Hasta se dejó sacar esta linda foto bien cerquita.

Como decimos siempre, a Javi le gusta llevar sus quenas a donde vaya.

Caminando al atardecer por el Salar.

Cuando llega la hora, un hada aparece en nuestras visiones, toma el sol con las manos, le da un beso y lo guarda muy amorosamente en su bolsa, para dar paso a la inesperada noche.

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